Busqué en el cajón, y vi ese mes que iba a tirar a la basura, donde el viaje mil veces soñado de tierra virgen, había quedado en un limbo de anhelos aplazados, o rotos. El resguardo del viaje vibraba, triste, alicaído.
Nos recogieron en el hotel de San José, para llevarnos hasta la costa, a Guápiles, y más tarde tomamos una lancha que nos hizo viajar por un sistema de canales naturales. Se atravesaba una vasta extensión de bosque, y el aire olía a humedad. Los verdes eran de una intensidad que te dejaba la mirada teñida de esperanza y vida. Los sonidos de la selva te dejaban intuir el sonido de la naturaleza primigenia, te hacían sentir lejos de todo lo conocido. El Parque nacional de Tortuguero es un hábitat tan rico, que yo no dejaba de mirar, de aquí a allá, sin poder decidir dónde centrar la visita porque todo era un vergel de posibles descubrimientos, de aventuras tras las lianas, de amaneceres selváticos.
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